2
Callad, moradores de la costa, mercaderes de Sidón; tus mensajeros cruzaron el mar ,
3
y estuvieron en muchas aguas. Sus ingresos eran el grano del Nilo y la cosecha del río, y ella era el mercado de las naciones.
4
Averguénzate, Sidón, porque habla el mar, la fortaleza del mar, diciendo: No he estado de parto, ni he dado a luz, no he educado jóvenes, ni he criado vírgenes
5
Cuando la noticia llegue a Egipto, se angustiarán por las nuevas de Tiro.
6
Pasad a Tarsis; gemid, moradores de la costa.
7
¿Es ésta vuestra ciudad divertida cuyos días se remontan a la antiguedad, cuyos pies solían llevarla a establecerse en lugares distantes?
8
¿Quién ha planeado esto contra Tiro, la que concedía coronas, cuyos mercaderes eran príncipes, cuyos comerciantes eran los nobles de la tierra?
9
El SEÑOR de los ejércitos lo ha planeado para abatir el orgullo de toda hermosura, para humillar a todos los nobles de la tierra.
10
Inunda tu tierra como el Nilo, hija de Tarsis, ya no hay más restricción.
11
Su mano ha extendido sobre el mar, ha hecho temblar los reinos; el SEÑOR ha dado orden respecto a Canaán para que destruyan sus fortalezas,
12
y ha dicho: No te divertirás más, virgen oprimida, hija de Sidón. Levántate, pasa a Chipre; aun allí no hallarás descanso.
13
He aquí la tierra de los caldeos. Este pueblo ya no existía; Asiria lo designó para moradores del desierto. Ellos levantaron sus torres de sitio, despojaron sus palacios y la convirtieron en ruinas.
14
Gemid, naves de Tarsis, porque ha sido destruida vuestra fortaleza
15
Y acontecerá en aquel día que Tiro será olvidada por setenta años, como los días de un rey. Al cabo de los setenta años le sucederá a Tiro como en la canción de la ramera:
16
Toma la lira, anda por la ciudad, oh ramera olvidada; tañe hábilmente las cuerdas, canta muchas canciones, para que seas recordada.
17
Y sucederá al cabo de los setenta años que el SEÑOR visitará a Tiro. Entonces ella regresará a su paga de ramera, y se prostituirá con todos los reinos sobre la faz de la tierra.
18
Y sus ganancias y su paga de ramera serán consagradas al SEÑOR; no serán almacenadas ni acumuladas, sino que su ganancia llegará a ser suficiente alimento y vestidura selecta para aquellos que habiten en la presencia del SEÑOR.