8
Aun los cipreses y los cedros del Líbano se alegran a causa de ti, diciendo: "Desde que fuiste derribado, no ha subido talador contra nosotros."
9
El Seol, desde abajo, se estremece por ti al recibirte en tu venida; por ti despierta a los espíritus de los muertos, a todos los jefes de la tierra; levanta de sus tronos a todos los reyes de las naciones.
10
Todos ellos responderán y te dirán: "También tú has sido debilitado como nosotros, has venido a ser semejante a nosotros.
11
"Han sido derribadas al Seol tu ostentación y la música de tus arpas; debajo de ti las larvas se extienden como cama, y los gusanos son tu cobertura."
12
¡Cómo has caído del cielo, oh lucero de la mañana, hijo de la aurora! Has sido derribado por tierra, tú que debilitabas a las naciones.
13
Pero tú dijiste en tu corazón: "Subiré al cielo, por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, y me sentaré en el monte de la asamblea, en el extremo norte.
14
"Subiré sobre las alturas de las nubes, me haré semejante al Altísimo."
15
Sin embargo, has sido derribado al Seol, a lo más remoto del abismo.
16
Los que te ven te observan, te contemplan, y dicen: "¿Es éste aquel hombre que hacía temblar la tierra, que sacudía los reinos,
17
que puso al mundo como un desierto, que derribó sus ciudades, que a sus prisioneros no abrió la cárcel?"
18
Todos los reyes de las naciones, todos ellos yacen con gloria, cada uno en su sepulcro.
19
Pero tú has sido echado de tu sepulcro como vástago desechado, como ropa de muertos traspasados a espada, que descienden a las piedras de la fosa, como cadáver pisoteado.