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Las aguas fueron decreciendo paulatinamente hasta el mes décimo; y el día primero del mes décimo, se vieron las cimas de los montes.
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Y aconteció que al cabo de cuarenta días, Noé abrió la ventana del arca que él había hecho,
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y envió un cuervo, que estuvo yendo y viniendo hasta que se secaron las aguas sobre la tierra.
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Después envió una paloma para ver si las aguas habían disminuido sobre la superficie de la tierra,
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pero la paloma no encontró lugar donde posarse, de modo que volvió a él, al arca, porque las aguas estaban sobre la superficie de toda la tierra. Entonces extendió su mano, la tomó y la metió consigo en el arca.
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Esperó aún otros siete días, y volvió a enviar la paloma desde el arca.
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Y hacia el atardecer la paloma regresó a él, y he aquí, en su pico traía una hoja de olivo recién arrancada. Entonces Noé comprendió que las aguas habían disminuido sobre la tierra.
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Esperó aún otros siete días, y envió la paloma, pero ya no volvió más a él.
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Y aconteció que en el año seiscientos uno de Noé, en el mes primero, el día primero del mes, se secaron las aguas sobre la tierra. Entonces Noé quitó la cubierta del arca y miró, y he aquí, estaba seca la superficie de la tierra.
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Y en el mes segundo, el día veintisiete del mes, estaba seca la tierra.
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Entonces habló Dios a Noé, diciendo: