13
Y también del hijo de la sierva haré una nación, por ser tu descendiente.
14
Se levantó, pues, Abraham muy de mañana, tomó pan y un odre de agua y los dio a Agar poniéndoselos sobre el hombro, y le dio el muchacho y la despidió. Y ella se fue y anduvo errante por el desierto de Beerseba.
15
Y el agua en el odre se acabó, y ella dejó al muchacho debajo de uno de los arbustos,
16
y ella fue y se sentó enfrente, como a un tiro de arco de distancia, porque dijo: Que no vea yo morir al niño. Y se sentó enfrente y alzó su voz y lloró.
17
Y oyó Dios la voz del muchacho que lloraba; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está.
18
Levántate, alza al muchacho y sostenlo con tu mano; porque yo haré de él una gran nación.
19
Entonces Dios abrió los ojos de ella, y vio un pozo de agua; y fue y llenó el odre de agua y dio de beber al muchacho.
20
Y Dios estaba con el muchacho, que creció y habitó en el desierto y se hizo arquero.
21
Y habitó en el desierto de Parán, y su madre tomó para él una mujer de la tierra de Egipto.
22
Aconteció por aquel tiempo que Abimelec, con Ficol, jefe de su ejército, habló a Abraham, diciendo: Dios está contigo en todo lo que haces;
23
ahora pues, júrame aquí por Dios que no obrarás falsamente conmigo, ni con mi descendencia, ni con mi posteridad, sino que conforme a la bondad que te he mostrado, así me mostrarás a mí y a la tierra en la cual has residido.