4
La gloria del SEÑOR entró en el templo por el camino de la puerta que da hacia el oriente.
5
Y el Espíritu me levantó y me llevó al atrio interior, y he aquí, la gloria del SEÑOR llenó el templo.
6
Y oí a uno que me hablaba desde el templo, mientras el hombre estaba de pie junto a mí,
7
y me dijo: Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar de las plantas de mis pies, donde habitaré entre los hijos de Israel para siempre. Y la casa de Israel no volverá a profanar mi santo nombre, ni ellos ni sus reyes, con sus prostituciones y con los cadáveres de sus reyes cuando mueran ,
8
poniendo su umbral junto a mi umbral, y sus postes junto a mis postes con sólo un muro entre ellos y yo. Ellos han profanado mi santo nombre con las abominaciones que han cometido; por eso los he consumido en mi ira.
9
Que alejen ahora de mí sus prostituciones y los cadáveres de sus reyes, y yo habitaré entre ellos para siempre.
10
Y tú, hijo de hombre, describe el templo a la casa de Israel, para que se averguencen de sus iniquidades, y tomen las medidas de su plano.
11
Y si se averguenzan de todo lo que han hecho, enséñales el diseño del templo, su estructura, sus salidas, sus entradas, todos sus diseños, todos sus estatutos y todas sus leyes. Y escribe esto ante sus ojos para que guarden todas sus leyes y todos sus estatutos, y los cumplan.
12
Esta es la ley del templo: todo su territorio sobre la cumbre del monte por todo alrededor será santísimo. He aquí, ésta es la ley del templo.
13
Estas son las medidas del altar en codos (cada codo de un codo y un palmo menor): la base, un codo, el ancho, un codo; su reborde en la orilla por todo alrededor, un palmo. Y ésta será la altura del altar:
14
desde la base en el suelo hasta el zócalo inferior será de dos codos, por un codo de ancho; y desde el zócalo menor hasta el zócalo mayor será de cuatro codos, por un codo de ancho.