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Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
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según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de El. En amor
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nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad,
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para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado.
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En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia
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que ha hecho abundar para con nosotros. En toda sabiduría y discernimiento
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nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que se propuso en El,
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con miras a una buena administración en el cumplimiento de los tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En El
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también hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad,
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a fin de que nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo, seamos para alabanza de su gloria.
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En El también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en El con el Espíritu Santo de la promesa,
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que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria.