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Y les dijo<***>: ¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, comprenderéis todas las parábolas?
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El sembrador siembra la palabra.
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Y estos son los que están junto al camino donde se siembra la palabra, aquellos que en cuanto la oyen, al instante viene Satanás y se lleva la palabra que se ha sembrado en ellos.
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Y de igual manera, estos en que se sembró la semilla en pedregales son los que al oír la palabra enseguida la reciben con gozo;
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pero no tienen raíz profunda en sí mismos, sino que sólo son temporales. Entonces, cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, enseguida tropiezan y caen.
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Otros son aquellos en los que se sembró la semilla entre los espinos; éstos son los que han oído la palabra,
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pero las preocupaciones del mundo, y el engaño de las riquezas, y los deseos de las demás cosas entran y ahogan la palabra, y se vuelve estéril.
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Y otros son aquellos en que se sembró la semilla en tierra buena; los cuales oyen la palabra, la aceptan y dan fruto, unos a treinta, otros a sesenta y otros a ciento por uno.
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Y les decía: ¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un almud o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?
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Porque nada hay oculto, si no es para que sea manifestado; ni nada ha estado en secreto, sino para que salga a la luz.
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Si alguno tiene oídos para oír, que oiga.
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También les decía: Cuidaos de lo que oís. Con la medida con que midáis, se os medirá, y aun más se os dará.
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Porque al que tiene, se le dará más, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
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Decía también: El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra,
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y se acuesta y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe.
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La tierra produce fruto por sí misma; primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro en la espiga.
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Y cuando el fruto lo permite, él enseguida mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega.