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Y aconteció que al cabo de cuarenta días, Noé abrió la ventana del arca que él había hecho,
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y envió un cuervo, que estuvo yendo y viniendo hasta que se secaron las aguas sobre la tierra.
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Después envió una paloma para ver si las aguas habían disminuido sobre la superficie de la tierra,
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pero la paloma no encontró lugar donde posarse, de modo que volvió a él, al arca, porque las aguas estaban sobre la superficie de toda la tierra. Entonces extendió su mano, la tomó y la metió consigo en el arca.
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Esperó aún otros siete días, y volvió a enviar la paloma desde el arca.
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Y hacia el atardecer la paloma regresó a él, y he aquí, en su pico traía una hoja de olivo recién arrancada. Entonces Noé comprendió que las aguas habían disminuido sobre la tierra.
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Esperó aún otros siete días, y envió la paloma, pero ya no volvió más a él.