20
Y Jehú dijo: Santificad una asamblea solemne para Baal. Y ellos la convocaron.
21
Entonces Jehú envió aviso por todo Israel y vinieron todos los adoradores de Baal, y no quedó ninguno que no viniera. Y cuando entraron en la casa de Baal, la casa de Baal se llenó de un extremo al otro.
22
Y dijo al que estaba encargado del vestuario: Saca vestiduras para todos los adoradores de Baal. Y él les sacó vestiduras.
23
Y entró Jehú en la casa de Baal con Jonadab, hijo de Recab; y dijo a los adoradores de Baal: Buscad y ved que no haya aquí con vosotros ninguno de los siervos del SEÑOR, sino sólo los adoradores de Baal.
24
Entonces entraron a ofrecer sacrificios y holocaustos. Y Jehú había colocado ochenta hombres afuera, y había dicho: El que permita escapar a uno de los hombres que yo ponga en vuestras manos, dará su vida por la de él.
25
Y tan pronto como acabó de ofrecer el holocausto, Jehú dijo a la guardia y a los oficiales reales: Entrad, matadlos; que ninguno salga. Y los mataron a filo de espada; y la guardia y los oficiales reales los echaron fuera, y llegaron hasta el aposento interior de la casa de Baal.
26
Y sacaron los pilares sagrados de la casa de Baal, y los quemaron.
27
También derribaron el pilar sagrado de Baal y demolieron la casa de Baal, y la convirtieron en una letrina, hasta hoy.
28
Así Jehú extirpó a Baal de Israel.
29
Sin embargo, en cuanto a los pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel, Jehú no se apartó de éstos, o sea, de los becerros de oro que estaban en Betel y en Dan.
30
Y el SEÑOR dijo a Jehú: Porque has hecho bien al hacer lo recto ante mis ojos, y has hecho a la casa de Acab conforme a todo lo que estaba en mi corazón, tus hijos hasta la cuarta generación se sentarán en el trono de Israel.