11
Porque si lo que se desvanece fue con gloria, mucho más es con gloria lo que permanece.
12
Teniendo, por tanto, tal esperanza, hablamos con mucha franqueza,
13
y no somos como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los hijos de Israel no fijaran su vista en el fin de aquello que había de desvanecerse.
14
Pero el entendimiento de ellos se endureció; porque hasta el día de hoy, en la lectura del antiguo pacto el mismo velo permanece sin alzarse, pues sólo en Cristo es quitado.
15
Y hasta el día de hoy, cada vez que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones;
16
pero cuando alguno se vuelve al Señor, el velo es quitado.
17
Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad.
18
Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.