10
Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores.
11
Pero tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia y la amabilidad.
12
Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna a la cual fuiste llamado, y de la que hiciste buena profesión en presencia de muchos testigos.
13
Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato,
14
que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo,
15
la cual manifestará a su debido tiempo el bienaventurado y único Soberano, el Rey de reyes y Señor de señores;
16
el único que tiene inmortalidad y habita en luz inaccesible; a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A El sea la honra y el dominio eterno. Amén.
17
A los ricos en este mundo, enséñales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos.
18
Enséñales que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, generosos y prontos a compartir,
19
acumulando para sí el tesoro de un buen fundamento para el futuro, para que puedan echar mano de lo que en verdad es vida.
20
Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, y evita las palabrerías vacías y profanas, y las objeciones de lo que falsamente se llama ciencia,
21
la cual profesándola algunos, se han desviado de la fe. La gracia sea con vosotros.